miércoles, 22 de marzo de 2017

Los identitarios franceses. Un modelo organizativo para grupos juveniles.


Un texto para el debate. 
El mismo consiste en extractos de un artículo publicado originalmente en francés. Un estudiante de sociología, Samuel Bouron, se infiltró durante un año en los cursos de formación de las Juventudes Identitarias. A partir de esa infiltración ha publicado un trabajo en el Número 54 de la revista Agone, del que, al margen del carácter crítico de su autor con respecto al tema tratado, se pueden extraer lecciones prácticas para la militancia, acerca de los métodos de reclutamiento y formación, pero también una conclusión clara: no merece la pena crear Vanguardias si estas quedan cortadas de la gran masa popular.

EXTRACTOS DEL ARTÍCULO ORIGINAL TITULADO: “UNA MILITANCIA DE DOBLE CARA. ESTRATEGIA DE COMUNICACIÓN Y POLÍTICA DE FORMACIÓN DE LAS JUVENTUDES IDENTITARIAS 


RECLUTAMIENTO CONTROLADO Y RESPONSABLE
La entrada en los Identitarios sigue un proceso estandarizado. El primer contacto se establece en general por mail, excepto cuando el nuevo militante es presentado por un miembro de la organización. Un militante es entonces designado entre los cuadros del grupo para hacer el papel de “ padrino”, que debe verificar que las motivaciones del candidato a afiliarse son a la vez plausibles, coherentes y conformes a la línea política de los Identitarios1. Un discurso abiertamente neonazi sería por ejemplo un motivo de rechazo. Sin embargo, si finalmente me uní al grupo, me tomó algún tiempo durante la reunión con mi "padrino" para lograr verdaderamente la afiliación. A pesar de mis esfuerzos para aprender cosas sobre ese grupo militante, la forma en que me presenté sin duda fue inicialmente demasiado "institucional" y dependiente de la imagen que las Juventudes Identitarias envían al exterior. [...]

FORMACION DE ÉLITES 
La etapa de formación siguiente consiste en participar durante una semana en un campo identitario que reagrupa al conjunto de las secciones locales. Esta formación se puso en marcha en 2003 por Guillaume Luyt y Phillippe Vardon, que fueron sus primeros dirigentes. Su proyecto se elabora rompiendo con el amateurismo de los movimientos nacionalistas, para los cuales bastaría esperar un sobresalto revolucionario para conducir la insurrección y tomar el poder, algo que recuerda la argumentación de Dominique Venner, cincuenta años antes, en Por una crítica positiva. Según Guillaume Luyt, “una crisis de esta envergadura no se prepara en el fondo de una cueva, en la trastienda de un bar o de un sotobosque. El alzamiento espontáneo y victorioso de individuos aislados no existe. Pues antes de la insurrección debe haber no tan solo “la reforma moral, intelectual y espiritual de algunos”—según palabras de Maurras— sino también la constitución de una comunidad combatiente, aguerrida, soldada e identificada por las masas. Es precisamente en la constitución de esta comunidad de combate en lo que trabajan, durante una semana, los participantes en el primer campo de verano de las Juventudes Identitarias.” [...]

DETERMINAR LA IDENTIDAD COMO GRUPO Y COMO PERSONA DENTRO DEL GRUPO [IDENTIDAD DE GRUPO] 
Los campos de los Identitarios poseen las características de lo que Erving Goffman llama las instituciones totalitarias, es decir, “un lugar de residencia y de trabajo donde un gran número de individuos, colocados en la misma situación, alejados del mundo exterior durante un periodo relativamente largo, llevan conjuntamente una vida de clausura cuyas modalidades 2 están explícitamente y minuciosamente reglamentadas.” Nosotros, los participantes, seguimos las actividades programadas por la jerarquía militante, que se traducen cada día en hacer footing durante quince minutos seguido de estiramientos, conferencias, una sesión de boxeo, un taller práctico (realización de material militante como, por ejemplo, fabricación de plantillas para graffitis), y veladas nocturnas que consisten en cantar alrededor del fuego, todo esto exclusivamente en un entorno del cual no salimos y con unas comodidades rudimentarias. La disciplina es militar, incluyendo un uniforme que se compone de un pantalón corto beige y de una camiseta azul con el logo de los Identitarios que llevamos durante toda la semana, y formando en fila para iniciar las actividades colectivas. Todo está hecho para que cada militante se remita totalmente a la institución y que no exista nada más fuera de los límites que ésta ha trazado. También, en el campamento Identitario, una multitud de rituales se suceden durante una semana. [...]

IDENTIDAD DENTRO DEL GRUPO A TRAVÉS DE LA REAFIRMACIÓN DE LA IDENTIDAD PERSONAL 
Los militantes que participan por vez primera rellenan desde el primer día un cuestionario biográfico sobre su recorrido vital: la profesión de sus padres, los diplomas obtenidos, la situación profesional y matrimonial, pero también la experiencia militante y los diferentes recursos movilizables en política. Es sobre la base de este cuestionario que tiene lugar una entrevista ulterior con los jefes de las Juventudes Identitarias, que tiene como meta trazar todo el recorrido biográfico del individuo, hasta su compromiso militante. El cuestionario biográfico y la entrevista tienen como objetivo tomar conciencia de los “ tesoros” que la persona lleva en sí y de la importancia del “combate” que ella debería llevar. Este encuentro con los representantes de la institución es el momento por el cual la vida de los militantes se considera que toma un nuevo sentido, porque se les daría a ver el mundo bajo un nuevo ángulo. Como un personaje de novela, se supone que el joven militante descubre que él es el guardian de las tradiciones de su país, y lleva sobre sus espaldas toda su herencia familiar, que corre el peligro de ser destruida por la intrusión de enemigos muy decididos, en este imaginario, a imponer una cultura “diferente”. Todo este dispositivo se supone que produce “una auto-revelación” en los aspirantes a los Identitarios. Siguiendo una lógica muy conocida y ya descrita por otras instituciones totalitarias, la fusión en un solo sitio y un solo grupo de todos los terrenos de actividades habitualmente separadas – el recorrido familiar, escolar, profesional, político, etc. – es para remodelar las identidades sociales de las personas enroladas. [...] El campo identitario aparece así como un espacio de repolitización y de recombinación de las disposiciones sociales, donde se escenifica permanentemente la oposición entre el mundo militante y el mundo exterior. Los nuevos militantes sufren, por ejemplo, en los primeros días una novatada: falsos enemigos simulan un ataque al campamento, para ponerlos en una situación de stress. Contrariamente a lo que se suele pensar a propósito de las “instituciones totales”, no se llega a ser identitario al sufrir un “lavado de cerebro”. Se aprenden algunas cosas por ejemplo sobre Dominique Venner, Alain de Benoist o incluso Guillaume Faye, por citar figuras intelectuales que inspiran al movimiento identitario. La doctrina no es verdaderamente transmitida de manera explícita. Pero esto no significa que no se aprenda nada. Los muchos rituales que adicionan la vida colectiva transmiten de hecho una determinada visión del mundo, porque instauran divisiones fundamentales del orden social. Se entra en una especie de juego de roles donde los jóvenes identitarios serían héroes, poseerían la fuerza, la valentía, la lealtad –muchas disposiciones viriles– y entrarían en guerra contra los “desarraigados” –aquellos que no serían originarios de la “Europa blanca”–, aunque también contra los “bobos” (burgueses bohemios, N. del T.) y los “rojos”, siempre situados del lado de la debilidad física y moral. El proceso de socialización de los identitarios siempre busca interiorizar progresivamente los modos de clasificación necesarios para saber interpretar y orientarse en el mundo político. [...]


EMPLEO Y NO RECHAZO DE ELEMENTOS DE LA CULTURA POPULAR 
Para lograrlo, las temáticas que aprenden sus cuadros las sacan de la cultura popular y pueden a veces también inspirarse en películas famosas, como Braveheart, 300, El club de la lucha o incluso El señor de los anillos. Un campamento de identitarios por ejemplo estuvo consagrado a la trilogía de Tolkien en 2012, donde un trabajo de reinterpretación de la obra fue realizado. Los militantes fueron invitados a identificarse con el personaje con el cual sentían más afinidad. En el caso del Club de la lucha, que les remite tanto a la novela de Chuck Palahniuk como a su versión cinematográfica realizada por David Fincher, los militantes parisinos de las Juventudes Identitarias se inspiran en el “Proyecto Caos” del film para escoger el nombre de su sección: el Proyecto Apache 2. Poco importa que la novela haga referencia explícita al anarquismo 3, no se trata de aplicar directamente el escenario de la película, sino sobre todo de inspirarse de su estilo o de su estética en la construcción del movimiento político. Una de las normas del film consiste en también en luchar desde la primera aparición en el Club de la Lucha. En los Identitarios, cada militante que participa en su primer campamento es invitado a luchar el fin de semana contra uno de los suyos, alrededor de un minuto, en una puesta en escena que recuerda en cierto modo a la película. Los dos combatientes son situados en el centro de un ring ficticio, y los otros militantes se reparten alrededor y envalentonan a cada uno de ellos. El grado de violencia es menos importante que en el film y las protecciones evitan el riesgo de sufrir heridas, pero aquellos que participan en este rito tienen el sentimiento de pertenecer a una comunidad extraordinaria – de no tan solo vivir su sueño de heroísmo a través del personaje de una película, sino de encarnarlo ellos mismos. [...]

CASAS IDENTITARIAS: EN EL CORAZÓN DE LAS GRANDES CIUDADES 
A primera vista, esta estrategia de creación de lugares autogestionados, cerrados en sí mismos, parece contradecir el proyecto “metapolítico” de penetrar en los mundos cultural y político establecidos. Pero el alejamiento del mundo operado por los Identitarios es totalmente relativo. Las Casas Identitarias están casi siempre situadas en el corazón de las grandes ciudades; y las secciones militantes más importantes en número, e igualmente en influencia en el seno de las Juventudes Identitarias, se hallan en el espacio urbano, es decir, próximas a los lugares de poder, tanto económicos como culturales. Dicho de otro modo, en su estrategia de toma del poder, los identitarios crean bases de repliegue en el corazón del sistema que desean destruir. De hecho, pese a su discurso regionalista, el movimiento identitario se desarrolla muy poco en las zonas rurales, de modo que las prácticas tradicionalmente presentes en estos territorios, como la caza y la pesca, son casi inexistentes. No hemos encontrado tampoco a agricultores. Además, los Identitarios no forman parte de la juventud menos titulada o la más desfavorecida económicamente. La gran mayoría de sus miembros estudian en la Universidad donde han obtenido un diploma. Están familiarizados con una cultura científica y no se mantienen aparte del mundo de la industria cultural (cine, deporte, música, etc.). El rechazo a los atributos del movimiento skinhead puede justificarse políticamente por la ideología de sus cuadros, pero se refiere igualmente a un cierto desprecio (clasista) hacia éstos últimos – llamados los “gogols88”. [...]

ESTILO 
El código vestimentario adoptado pretende por el contrario demostrar un cierto “estilo”, ante todo heredera de la que presentan los estudiantes de derecho del GUD o de los hooligans contemporáneos, más que de las bandas nacionalistas normalmente asociadas a “matones”. Su estilo “casual” se acerca a un determinado dandismo asociado con un estilo deportivo, de apariencia joven e informal – por ejemplo, calzado deportivo vintage como las Adidas Stan Smith – con una vestimenta más tradicional y más cercana al de las clases superiores, buscando un efecto más “elegante”. Individualmente, los Identitarios son difícilmente identificables por un ojo inadvertido y pueden estar totalmente fuera de sospecha de su militancia de extrema derecha, principalmente en su medio profesional. Algunos se divierten viendo a sus colegas, que no conocen sus opiniones políticas, lamentarse ante ellos de las ideologías de extrema derecha. Tal como resulta en el cambio de la vestimenta, el estilo de vida de los Identitarios no consiste solamente en rechazar el mundo cultural del que forman parte. Para no quedar fuera del juego político y mediático, aceptan sus reglas, las dominan, pero con la finalidad de reinterpretarlas para su beneficio. A este respecto, las Casas identitarias constituyen espacios en los cuales ellos “pueden dominar y apropiarse de los sistemas de valores del nuevo mundo en el cual vivimos ahora”. Con este trabajo de reinterpretación, la doctrina política de los Identitarios no aparece casi nunca bajo su forma explícita, siempre se deja ver en contexto, aplicada a los acontecimientos cotidianos. Para los dirigentes del movimiento, el Campamento y las Casas identitarias son innegablemente un instrumento de control “desde arriba” de los militantes. Hemos insistido sobre todo en el proceso de socialización de los nuevos llegados mediante los diferentes rituales que les constituyen progresivamente como miembros completos del grupo, pero estos mismos rituales sirven también para seleccionar y jerarquizar a los militantes entre ellos. El final del Campamento marca también un determinado número de distinciones que sirven para recompensar el compromiso de algunos durante el año que se acaba. Los dirigentes consagran a la mejor sección y al mejor militante. Algunos son llamados a unirse al “clan”, que corresponde al estrato superior del movimiento. […]

JERARQUIA: A CADA CUAL SEGÚN SU CAPACIDAD 
De hecho, una separación se establece entre, por un lado, aquellos que dirigen las secciones locales, que reciben las informaciones por parte de los altos mandos de los Identitarios y que toman las decisiones localmente; y por otro lado, aquellos que se limitan tan solo a ser los “brazos militantes”. Este antagonismo está incluso señalado por el perfil de los militantes presentes según los tipos de manifestaciones colectivas observadas tras el campamento de los Identitarios. Cuanto más nos acercamos a actividades culturales, como las conferencias, que necesitan estar sentados en una silla durante mucho rato, más el público se restringe a un núcleo de cuadros. Por el contrario, cuanto más se acerca la actividad a actuaciones colectivas, por ejemplo un concierto de rock identitario francés, más el público se extiende hacia físicos más viriles (cráneos afeitados, look skinhead, etc.), de los que una parte constituye el servicio de orden, pero que se mantienen a distancia del mundo mediático. Esta jerarquía no se impone de manera mecánica, en el sentido de que se impondría directamente desde la “base”. Controla sobre todo las ramificaciones locales manteniendo un derecho de opinión sobre la ocupación de los puestos que tienen acceso al espacio público y a los medios. Mediante este sistema, los militantes menos presentables se mantienen en la oscuridad del movimiento y, inversamente, aquellos que toman importancia logran normalmente especializarse en un terreno concreto: deportes de combate, música, comunicación, etc.; en resumen, aquellos que tienen recursos para hacerse valer en los campos mediático y político. Intentan dar una imagen contestataria del movimiento, donde se percibe que los Identitarios están en realidad ajustados a la estructura social del campo político, separando ellos mismos a aquellos que disponen de recursos profesionalizables de aquellos que no tienen. Este modo de control, sin embargo, introduce una flexibilidad relativa, que ofrece a priori la posibilidad de sacar lo mejor de los recursos de los cuadros militantes y autoriza una cierta división del trabajo en el interior de la estructura. Los lyoneses son más reconocidos por la calidad de su comunicación, los parisinos más por su estética de vanguardia y sus producciones musicales, los alsacianos y los de Niza, por poner de manifiesto sus particularismos regionales. [...]

LIMITACIONES Y PROBLEMAS DE INTEGRACIÓN 
A pesar de todo, este tipo de organización presenta también sus limitaciones. El esquema clásico de la carrera política de los Identitarios consistiría en “hacer sus primeras armas” en el seno de las secciones juveniles, luego inscribirse tras haber cumplido los 30 años en el Bloque Identitario, para llevar un combate más directamente político. En realidad, el paso de uno a otro estado son relativamente escasos. Excepto los dirigentes, muchos no se decidirán por estar en un partido y una gran parte de los militantes se desinteresarán incluso de las actividades que les hacen salir de su entorno e ir al encuentro de un público al que convencer. Por ejemplo, cuando Arnaud Gouillon nos anuncia, en el campamento, que el Bloque Identitario presentará un candidato para las elecciones presidenciales de 2012 (nosotros aún no sabemos quién es el candidato escogido), algo que abre la oportunidad de una mayor notoriedad ante el público general, y que es una decisión tomada sin ningún acuerdo con las Juventudes Identitarias, normalmente se acoge con hostilidad o indiferencia más que con entusiasmo. Ya dentro del campamento, Philippe Vardon, cofundador del Bloque Identitario, no escondió su decepción al ver que solo algunos militantes se presentaban en las elecciones cantonales. [...]

UNA VANGUARDIA CORTADA DE LAS MASAS ¿SIGUE SIENDO VANGUARDIA? 
En efecto, los militantes generalmente tienen poco interés por hacer campañas. Reunirse con los ciudadanos de su barrio para defender sus ideas, inventar consignas, organizar acciones de sensibilización, repartir panfletos en el mercado, hallar un gestor financiero para llevar las finanzas, son cosas que paradójicamente forman parte del “trabajo sucio”. Participar en el juego político implica una forma de sumisión que lleva a perder el sentimiento de radicalismo conquistado en el seno de un espacio anónimo, fantasioso y obediente a sus propias normas. Es también el medio para algunos militantes de existir en la distancia de la sociabilidad viril. Pero la mayoría permanecen anónimos y prolongan la autonomía del campo de los Identitarios reproduciendo este mundillo en las Casas identitarias, las carteladas nocturnas, los conciertos, las veladas privadas e incluso los cursillos de boxeo. El placer de pertenecer a una comunidad de acción y de creencias se basta a sí misma. [...]

TRABAJANDO, INVOLUNTARIAMENTE, PARA EL FRENTE NACIONAL 
La eficacia política de la estrategia de los Identitarios resulta de ese modo, por el momento, muy limitada. La voluntad de implantarse a nivel local para presentarse en las elecciones locales y tomar el control de los territorios que les son más favorables no ha funcionado desde el punto de vista electoral. Por ejemplo, la ambición de Nissa Rebela para convertirse en la tercera fuerza política de Niza fue un fracaso, y los candidatos de los Identitarios raramente logran puntuaciones de dos dígitos cuando se presentan bajo esta etiqueta. En general, los Identitarios realmente no han registrado ningún éxito más que algunas agitaciones mediáticas y cuando se trata de cuestión política, es principalmente el Frente Nacional quien parece cosechar los frutos de su trabajo. Cualquier persona que desearía hacer una carrera en la política ve pocas perspectivas de hecho en el Bloque Identitario, mientras que al mismo tiempo, la creación del Rassemblement Bleu Marine permite la integración de aquellos a quienes el partido considera como los mejores elementos de los Identitarios.

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ANÁLISIS 
Vemos en este artículo de un lado una serie de elementos positivos desde el punto de vista organizativo. No entra cualquiera, uno no se afilia sencillamente apareciendo desde la nada. Los militantes son seleccionados y entrevistados—el hecho de que un sociólogo que se ajusta a los estándares vitales del movimiento (blanco, francés de 25 años y practicante de deportes de riesgo) y conoce el lenguaje de los infiltrados haya logrado entrar en el grupo por la puerta falsa no basta para descalificar esas entrevistas. Al reclutamiento sigue la formación a través del ejemplo más que de los textos. El campamento permite desarrollar una serie de intercambios y efectuar una serie de pruebas que dejan fuera a los poco convencidos pero también a los inestables. Podemos observar también el empleo de formas de la cultura moderna y no su rechazo como elementos de integración y socialización. El militante no vive en un vacío cultural al margen de la gente que le rodea. Puede integrarse en la sociedad que lo rodea y hablar de los mismos temas, televisión, películas que sus amigos, pero sabe además comprenderlas según sus ideas. Vemos, el mismo autor lo señala, que no se intenta un lavado de cerebro de los miembros sino antes bien ponerles en contacto consigo mismos a través de su linaje: entrevista sobre los antecedentes familiares. Y que la formación no consistiría tanto en el aprendizaje de una serie de textos sino de una serie de actitudes antes los camaradas y la vida. El resultado es, o debiera ser, un militante bien formado, equilibrado dentro de su grupo, capaz de trabajar en equipo, dotado incluso de un espíritu de cuerpo. Capaz también de mimetizarse en su medio ambiente. El militante aquí descrito tiene muchas oportunidades de integrarse en la sociedad que lo rodea. Partes, aquí no reproducidas, del artículo original indican la desconfianza de los mandos ante los tatuajes, la búsqueda de un aspecto formal y profesional. Y sin embargo, el grupo continua siendo marginal dentro de la política francesa. ¿Por qué? El autor del artículo, dentro del mismo, nos da respuesta a esa cuestión “El placer de pertenecer a una comunidad de acción y de creencias se basta a sí misma.” Otros grupos han creado casas en el corazón del mundo que intentan destruir, Casa Pound en Roma es uno de los mejores ejemplos, pero lo que diferencia a las Casas Identitarias es que se han convertido en centros que trabajan hacia dentro, no se saben proyectar al exterior. La creación de un cuerpo de élite, basado en la lealtad mutua entre sus miembros y hacia unas ideas claras, ha hecho que se desprecie primero y se abandone después un terreno, el de la política que es por definición el del compromiso cotidiano entre la idea y la realidad. La generación identitaria sin serlo todavía va camino de parecerse a una secta más que a un partido. De alguna manera, y cayendo en una comparación histórica molesta por sus connotaciones pero en modo alguno forzada, es como si alguien para conquistar el poder hubiera creado no una SA, capaz de salir a la calle, sino una SS encerrada dentro de sus propios valores. Los identitarios han sabido recrear unas ideas, procedentes de la Nueva Derecha, de Dominique Venner, de Alain de Benoist y llevarlas al terreno político, incluso presentarlas de forma atractiva—realizando de pasada un gran trabajo de renovación en el terreno de lo gráfico—, pero no han sabido explotar después el impacto de esas ideas. Afortunadamente, o no, para ellos, existen otras entidades, si se quiere menos puras doctrinalmente, que han sabido explotar el ambiente creado por ellos. El amor a la tierra, el arraigo, no es algo impostado o de fin de semana sino parte del currículo personal de la mayor parte de los miembros de las Juventuts Identitaries y una de sus grandes bazas en un mundo que está a la vez más descentralizado y mejor comunicado.
¿Qué iniciativas pueden copiarse de los identitarios? Los campamentos que pueden convertirse en retiros de fin de semana, en compañía de conferenciantes. La capacidad para integrar los elementos (algunos elementos) de la cultura moderna en la vida política del grupo, lo que podría hacerse a través de cineclubs o de conferencias y con el establecimiento de una base de películas que puedan ser de interés formativo, o de una lista de libros y películas recomendados para la formación de los militantes. La renovación en lo que se refiere al empleo de los medios de comunicación modernos para crear una imagen renovada, que podría reflejarse en la creación de talleres literarios o artísticos, cursos de photoshop, quarxpress o indesign para militantes.


Notas
1 El artículo original incluye una descripción de la entrevista en la que el “padrino” trata de determinar el origen e intereses del presunto recluta, así como de las medidas de seguridad antes de la entrevista en territorio neutral.
2 Alusión a la situación de los europeos dentro de algunos barrios de París, donde se sienten como Apaches en una reserva, pero también recuerdo de una subcultura juvenil urbana, específicamente parisina, los Apaches, de principios del Siglo XX.
3 Inexacto. The Fight Club, la novela más que el film admiten algunas lecturas anarquistas pero no mencionan explícitamente el anarquismo. Por otra parte el sistema organizativo que presenta la novela, organizado en torno a un jefe carismático, reafirmador de las virtudes masculinas perdidas a lo largo del Siglo XX, difícilmente se ajusta a las ideas del anarquismo moderno.

Más información sobre los Identitarios
Juventudes Identitariaswww.generation-identitaire.com/

Bloque identitariowww.bloc-identitaire.com/ 


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